La sal es uno de esos productos que todos tenemos en casa, pero pocas veces nos detenemos a pensar en su conservación. 

La usamos a diario para cocinar, conservar alimentos o incluso en usos industriales, pero ¿te has preguntado alguna vez si la sal caduca? ¿Y si puede perder sus propiedades con el tiempo?

Te contamos qué ocurre con la sal con el paso del tiempo y algunos consejos útiles que te ayudarán a mantenerla en perfecto estado.

¿La sal tiene fecha de caducidad?

La respuesta corta es no, la sal no caduca.

La respuesta larga es que la sal común (cloruro de sodio) es un mineral natural muy estable que se ha conservado durante millones de años bajo tierra o en el mar. Por tanto, no se estropea ni se echa a perder como otros alimentos. 

Además, su estructura química no cambia con el paso del tiempo, por lo que una sal sin aditivos puede durar indefinidamente si se guarda bien.

Entonces, ¿por qué algunas sales tienen fecha?

Probablemente, has visto en los envases de sal una fecha de consumo preferente. No es porque la sal se deteriore, sino porque la legislación alimentaria exige que se indique una fecha orientativa de consumo.

Esto se debe, sobre todo, a que algunas sales contienen aditivos (por ejemplo, yodo o antiaglomerantes) que sí pueden perder eficacia o alterar su textura con el tiempo.

En esos casos, la fecha de consumo preferente no se refiere a que la sal se vuelva peligrosa, sino a que puede perder parte de sus propiedades añadidas, como el yodo o la fluidez.

Sal pura y sal con aditivos, ¿se conservan igual?

No.

Igual que no todas las sales son iguales, su conservación también puede variar según el tipo que sean. Veamos cada caso:

Sal marina y sal de roca

La sal marina se obtiene por la evaporación del agua del mar, mientras que la sal de roca (o sal gema) se extrae de minas. Las dos son básicamente cloruro de sodio y no caducan.

Su estabilidad química hace que puedan durar siglos sin alterarse si se conservan en condiciones adecuadas.

Sal yodada

La sal yodada lleva un añadido de yodo para prevenir deficiencias en este mineral. Con el paso del tiempo, el yodo puede evaporarse o degradarse, especialmente si la sal se expone al aire, la luz o la humedad.

Esa es la razón por la que, aunque la sal en sí siga siendo segura, pueda perder su valor nutritivo. En estos casos, es recomendable consumirla antes de la fecha indicada en el envase.

Sales especiales y gourmet

Sales como la flor de sal, la sal del Himalaya, la sal negra o la sal ahumada también tienen una vida útil muy larga. Sin embargo, si contienen ingredientes añadidos (hierbas, especias, humo natural, carbón, etc.), conviene consumirlas antes del plazo recomendado, que es cuando seguro mantienen todo su aroma y sabor.

Cómo conservar la sal correctamente

Aunque la sal sea muy resistente, la humedad y la contaminación alteran su textura o sabor con mucha facilidad. Para evitarlo, basta con seguir estos consejos muy sencillos (tanto en casa como en hostelería).

Mantén la sal en un lugar seco

La sal absorbe fácilmente la humedad del ambiente, lo que puede hacer que se apelmace o forme grumos.

  • Guárdala en un lugar seco, alejada de fuentes de vapor (como la cocina o el lavavajillas).
  • Si vives en una zona con mucha humedad, puedes colocar unos granos de arroz dentro del salero para que absorban la humedad.

Evita el contacto con metales

El contacto prolongado con algunos metales puede alterar la sal o darle un sabor metálico. Lo ideal es conservarla en recipientes de vidrio, cerámica o plástico alimentario y siempre muy bien cerrados.

Protege la sal del aire y la luz

Especialmente en el caso de la sal yodada o las sales con hierbas, conviene mantenerlas en envases opacos o cerrados herméticamente. Es la mejor manera de evitar la pérdida de aroma, color o contenido de yodo.

No mezcles sales diferentes

Aunque parezca una buena idea aprovechar los restos de distintas sales, mejor no mezclarlas, sobre todo si tienen aditivos o aromas. Cada una tiene una composición y humedad distinta y unirlas afecta a su conservación.

¿Cómo sé que la sal está más conservada?

Como hemos dicho, la sal no se estropea, pero sí puede alterarse si se guarda mal, y hay señales que te indican claramente que el ingrediente no está en sus mejores condiciones:

Grumos o apelmazamiento excesivo: presencia de humedad.

Cambio de color (amarillento, grisáceo o con manchas): impurezas o contacto con metales.

Olor extraño: olores fuertes del ambiente o de otros alimentos.

Pérdida de fluidez o textura pegajosa: exceso de humedad o exposición al aire.

En cualquiera de estos casos, la sal sigue siendo segura, pero es menos agradable o eficaz en la cocina. Lo ideal es cambiarla en cuanto notes cambios de olor o textura.

Y la sal industrial, ¿cómo se conserva?

En el ámbito industrial o en empresas distribuidoras, como la Sal Roca, la conservación de la sal es clave para mantener su calidad.

En grandes volúmenes, la sal se almacena en espacios ventilados y secos, protegidos del sol y la lluvia. Si se trata de sal a granel, se cubre con lonas impermeables y se evita el contacto directo con el suelo.

En instalaciones cerradas, se controlan temperatura y humedad ambiental para evitar compactaciones. Además, los envases (sacos, big bags o contenedores) se fabrican con materiales resistentes que impiden la entrada de agua o contaminantes.

Con todas estas medidas, la sal puede conservarse años sin perder calidad, garantizando que llegue a nuestros clientes en las mejores condiciones.

Podemos decir que la sal es un producto prácticamente eterno, siempre que se mantenga lejos de la humedad, el aire y la luz.

Si tienes dudas sobre qué tipo de sal se adapta mejor a tus necesidades o cómo conservarla, te asesoramos sin compromiso. Porque la sal es mucho más que un ingrediente: es un producto esencial que merece la mejor conservación.

En hostelería, cada decisión que tomas influye en la calidad del servicio y en la experiencia de tus clientes. Pero también tiene un impacto directo en la sostenibilidad, y es que, aunque a veces se piensa solo en energía, agua o envases, hay un ingrediente básico que también influye en el medio ambiente: la sal.

La forma en que compras, usas y gestionas la sal en tu restaurante no solo afecta a tus platos, también te ayuda a ser más eficiente, a reducir desperdicios y a transmitir un compromiso con el medio ambiente.

¿Por qué hablar de sostenibilidad cuando hablamos de sal?

A simple vista, parece que la sal no tiene un gran peso en la sostenibilidad de tu negocio. 

No es un producto caro, no ocupa tanto espacio como otros ingredientes y siempre está presente en la cocina. Sin embargo, cuando miras en conjunto, el impacto es mayor de lo que imaginas.

Piensa en la frecuencia con la que utilizas sal en tu restaurante: cada guiso, cada salsa, … todo lo que sale de tu cocina lleva sal. Esa repetición constante la convierte en un ingrediente clave para reflexionar sobre cómo lo compras, lo almacenas y lo usas.

Además, la extracción y el envasado de la sal también generan una huella ambiental. Apostar por proveedores responsables y por formatos de compra más sostenibles parece un detalle mínimo, pero multiplicado por la cantidad de restaurantes y hoteles que consumen a diario, es un gesto con impacto real.

Y no olvides el factor imagen: los clientes valoran cada vez más la transparencia y la responsabilidad en los negocios que eligen. Mostrar que incluso en algo tan básico como la sal piensas en sostenibilidad, habla muy bien de tu marca y del cuidado que pones en cada detalle.

Formatos que ayudan a reducir residuos

Uno de los aspectos fundamentales está en el tipo de envase que utilizas.

Sal a granel en sacos grandes: reduce envases de un solo uso y facilita el almacenamiento en cocinas que cuentan con espacio para almacenaje.

Métodos de dosificación: ayudan a controlar la cantidad exacta de sal que se emplea en cada preparación, evitando despilfarro.

Envases reciclables o reutilizables: algo que también se percibe como un gesto de compromiso.

Sostenibilidad en la cocina

Ser sostenible con la sal también significa ser eficiente. 

No se trata solo de reducir envases, sino de cómo la empleas en tus procesos que se repiten a diario. Cada pizca de sal cuenta, y su uso debe ser eficiente.

Por ejemplo, cuando mides correctamente las cantidades, no solo evitas el despilfarro del producto, también garantizas platos más consistentes en sabor, lo que deriva en la satisfacción de tus clientes. No solo eso, sino que una buena gestión de la sal permite ahorrar en otros ingredientes: cuando se usa bien, potencia los sabores naturales y evita que tengas que añadir más condimentos.

Otro punto importante es la conservación de alimentos. Las técnicas tradicionales de salazón, encurtido o curado no solo son parte de la cultura gastronómica, también ayudan a alargar la vida de carnes, pescados y vegetales, reduciendo mermas y desperdicios. 

Teniendo en cuenta que estamos en un sector donde el desperdicio alimentario supone pérdidas económicas enormes y un reto medioambiental considerable, la sal se convierte en algo que hay que considerar.

Si tu establecimiento lo permite, planificar compras de sal en formatos grandes o a granel, reduce costes, simplifica el almacenamiento y evita quedarte sin producto en los momentos de mayor demanda. 

Eficiencia pura, en lo económico y en lo ambiental.

La sostenibilidad también se transmite

Piensa que cada decisión sostenible que tomas es, además, un valor añadido que puedes mostrar a tus clientes. 

En un momento en que se buscan experiencias responsables, decir que trabajas con proveedores locales o que reduces envases plásticos, seguro que es un punto a favor en la elección de tu restaurante frente a otro.

Buenas prácticas en hostelería

La sostenibilidad no siempre exige grandes inversiones ni cambios radicales, todo lo contrario, basta con pequeños gestos diarios que, sumados, tienen un gran impacto, tanto en tu negocio, como en el entorno.

 Aquí tienes algunas ideas que puedes empezar a aplicar desde ya:

Revisa el formato de compra  

Si todavía trabajas con paquetes pequeños, da el paso a sacos o formatos a granel. La reducción de envases y costes es considerable.

Cuida tu almacenamiento 

Usa recipientes herméticos y espacios secos para evitar que se apelmace o pierda calidad. Con algo tan sencillo alargas su vida útil y evitas desperdicio.

Forma a tu equipo

No debe usarse “a ojo”. 

Una buena práctica a implantar es estandarizar recetas y trabajar con medidas claras para garantizar siempre el mismo sabor y controlar el gasto.

Colabora con proveedores responsables: 

Elige distribuidores que trabajen con criterios de sostenibilidad en la producción, transporte o envasado. Cada elección suma en la cadena desde su producción hasta el momento de añadirla en tus platos.

Comunícalo a tus clientes

Un pequeño mensaje en tu carta o en redes sociales sobre cómo gestionas de forma responsable incluso la sal, puede ser un detalle muy bien valorado.

Adoptar estas prácticas es sencillo, económico y tiene un efecto positivo directo en tu cocina, en tu negocio y en cómo te ven los clientes.

La sal siempre ha estado (y estará) en el centro de la cocina, pero hoy también puede estar en el centro de tu estrategia de sostenibilidad. Elegir bien, gestionar con conciencia y comunicar tu compromiso consigue que algo tan básico pase a ser un elemento con mucho poder para conseguir un negocio más responsable y competitivo.

 

Cuando preparas un guiso, seguro que te has preguntado:

“¿Cuándo es el mejor momento para añadir la sal?”

Quizá pienses que da igual, que mientras esté en la cazuela, al final sabrá bien. Pero la verdad es que el momento en el que la incorporas cambia mucho el resultado final, tanto el sabor como la textura y hasta el color de tu plato.

Veamos las claves para entender cómo y cuándo salar un guiso para que siempre te quede redondo.

La importancia de añadir la sal en el momento adecuado

La sal es uno de los ingredientes más básicos en la cocina, pero también uno de los más influyentes. Un simple cambio en el momento de incorporarla te lleva al mejor o al peor resultado final:

En el sabor: no es lo mismo que la sal se introduzca en los ingredientes desde el principio que añadirla al final. El primer caso crea un sabor más integrado, el segundo, un golpe de sabor más superficial.

En la textura: puede ablandar o endurecer determinados ingredientes, como carnes o legumbres.

En la cocción: influye en la rapidez y en cómo los alimentos liberan o retienen agua.

En el equilibrio final: añadirla de forma estratégica, evita guisos sosos o excesivamente salados.

En definitiva, la sal no es solo un condimento: es una herramienta que, bien utilizada, te permite controlar la evolución del guiso desde la primera cucharada hasta la última.

Cómo añadir sal según los alimentos

No todos los ingredientes reaccionan igual a la sal. Por eso, el momento ideal para incorporarla también depende de lo que tengas al fuego.

  • Verduras: si las salas al principio, sueltan más agua y ayudan a crear un fondo sabroso.
  • Carnes: un toque inicial ayuda a que se sazonen por dentro, pero ojo, no te excedas para no secarlas.
  • Legumbres secas: mejor salar a mitad de cocción para que la piel no se endurezca.
  • Pescados: mejor la sal más al final para mantener su jugosidad.
  • Ingredientes salados de origen (jamón, bacalao desalado, embutidos): mejor esperar al final por lo peligroso de pasarte.

Ahora que conoces cómo reacciona cada alimento, veamos en detalle qué ocurre si añades la sal al principio, a mitad o al final de la cocción.

Añadir sal al principio del guiso

Poner la sal desde el principio tiene sus ventajas y sus riesgos.

  • Ayuda a que los sabores se integren desde el inicio.
  • Las verduras sueltan su agua, creando un fondo sabroso para el guiso.
  • Las carnes se sazonan de forma más uniforme.

Pero también

  • Si usas legumbres secas (como garbanzos o lentejas) y pones la sal demasiado pronto, la piel puede endurecerse y tardarán más en cocinarse.
  • Si reduces mucho el líquido del guiso, al final puede quedar demasiado salado.

Si tu guiso lleva verduras, carnes y caldos que ya conoces bien, puedes salar al principio para que todo se vaya impregnando del sabor desde el primer hervor. Eso sí, controla la cantidad.

Salar a mitad de cocción

Esta suele ser la opción más segura, pero también debes tener claro cómo hacerlo.

  • Te aseguras de que la textura de las legumbres o carnes no se vea afectada.
  • Puedes probar el guiso a medio camino y ajustar.
  • Evitas que se concentre demasiado la sal si el guiso reduce mucho.

Funciona muy bien en guisos con legumbres secas, recetas que necesitan largas horas de cocción y cambios de sabor a lo largo del proceso, y también cuando cocinas a fuego lento y quieres ir controlando el punto salado poco a poco.

Poner la sal al final

Sí, también hay quien la añade justo antes de apagar el fuego, y no es una mala decisión, solamente que debes saber qué te puede pasar de bueno y de malo si lo practicas:

  • Control absoluto del punto de sal: pruebas y ajustas al gusto.
  • Perfecto para guisos con ingredientes que liberan sal por sí mismos, como el bacalao desalado o los embutidos.
  • Ideal si cocinas para personas con necesidades especiales de sodio.

Pero también:

  • La sal no se integra igual que si la añades antes.
  • El sabor puede sentirse “en la superficie” y no tan profundo.

La cantidad importa (y mucho)

Independientemente del momento en el que la pongas, la medida es clave. Un truco práctico: empieza siempre con menos cantidad de la que crees que necesitas. Puedes añadir más, pero no quitarla.

La medida dependerá de la cantidad de líquido del guiso de los ingredientes (no es lo mismo salar verduras frescas que un guiso con jamón serrano) y, por supuesto, del tiempo de cocción y reducción.

Tipos de sal y cómo usarlos en guisos

Aunque en casa solemos usar siempre la misma sal, no todas se comportan igual al cocinar, y es bueno diferenciarlas para aprovechar las propiedades de cada una y combinarlas con las características de los ingredientes del plato que vas a preparar.

Sal fina: se disuelve rápido, ideal para salar durante la cocción.

Sal gruesa o en escamas: perfecta para aportar textura y un golpe de sabor al final.

Sal marina sin refinar: mantiene más minerales y aporta un sabor más redondo.

Si buscas un sabor auténtico, prueba con sal marina de calidad. Notarás la diferencia en cuanto la pruebes

Factores que influyen en el momento de salar

No existe una única respuesta válida porque intervienen muchos factores, pero estos son los que debes tener en cuenta:

Tipo de ingrediente principal

Legumbres, carnes y pescados reaccionan a la sal de una manera diferente

Tiempo de cocción:

Cuanto más largo sea, más opciones tienes de salar en varias fases e ir controlando poco a poco el resultado.

Tamaño de los ingredientes

Como imaginarás, trozos grandes de carne necesitan más tiempo para absorber la sal que si hablamos de piezas pequeñas que enseguida van a recibir todo su sabor.

Recetas tradicionales 

Este caso es particular, pero a tener en cuenta: muchas veces el “momento” viene heredado de la experiencia y tradición.

Método combinado: el truco de los cocineros

Muchos cocineros profesionales no eligen un único momento para salar, sino que lo hacen en varias fases:

  1. Un poco al principio para sazonar la base.
  2. Ajustar a mitad de cocción.
  3. Un toque final para equilibrar.

De esta forma, el guiso desarrolla capas de sabor más naturales, adaptadas a cada momento de preparación,

Cocinar no es solo seguir reglas, también es probar y ajustar. El momento perfecto para añadir sal a los guisos no siempre será el mismo, pero si entiendes cómo afecta al sabor y la textura, tendrás el control total.

La próxima vez que te pongas con una olla al fuego, piensa en la sal como una herramienta, no solo como un condimento. Añádela con intención y verás cómo tu guiso gana en sabor, aroma y personalidad.

La sal es uno de los ingredientes más comunes y antiguos en la cocina, pero, a la vez, es uno de los más misteriosos. 

Se usa a diario, a veces sin pensar, y, sin embargo, su papel en el sabor de los alimentos es fundamental. Una pizca transforma un plato insípido en algo delicioso, mientras que una mala elección o un exceso consigue estropear por completo cualquier receta.

Podríamos decir que la sal tiene un efecto mágico sobre el sabor, que nos anima a saber un poquito más de ella y de cómo usarla mejor en los platos.

Pero, ¿qué es la sal?

Antes de meternos en su impacto en el sabor, conviene saber qué es realmente la sal. 

La sal común, la que usamos en cocina, es cloruro de sodio (NaCl), un compuesto mineral formado por sodio y cloro. Puede obtenerse del mar (sal marina), de minas de sal (sal de roca) o por procesos industriales.

Como vemos, puede venir en muchas formas: sal fina, sal gruesa, flor de sal, sal en escamas, sal ahumada, …, algunas contienen aditivos como yodo o antiapelmazantes, otras, por el contrario, son completamente naturales. 

Pero todas comparten una característica  modifican y realzan el sabor de los alimentos.

La sal y el sentido del gusto

El sabor es una sensación compleja que depende de varios sentidos, principalmente del gusto y el olfato. En la lengua tenemos unas células especiales llamadas papilas gustativas, que detectan cinco sabores básicos: dulce, salado, ácido, amargo y umami.

Cuando la sal entra en contacto con las papilas gustativas, activa los receptores del sabor salado, pero además modula la percepción de los otros sabores. Es decir, la sal no solo aporta salinidad, sino que puede suavizar los sabores amargos, potenciar los dulces, equilibrar sabores ácidos y realzar el umami

Este efecto ocurre porque la sal interfiere en la forma en que los receptores gustativos reaccionan ante otros compuestos. Por ejemplo, puede inhibir los receptores del amargor, haciendo que los alimentos amargos (como algunas verduras) resulten más agradables.

La sal y el sentido del olfato

El gusto no lo es todo. 

Gran parte del sabor de un alimento proviene de su aroma. Si alguna vez has comido con la nariz tapada (por ejemplo, durante un resfriado), sabrás que la comida te sabe a poco o a nada. Eso es porque el olfato es responsable de hasta el 80% de lo que percibimos como “sabor”.

La sal también influye aquí: ayuda a liberar moléculas aromáticas de los alimentos. Esto consigue un aroma más intenso y apetitoso, que a su vez potencia la experiencia general del sabor.

La sal como potenciador natural del sabor

Aunque a veces se habla de potenciadores de sabor como si fueran aditivos industriales, la sal es, en realidad, el potenciador natural por excelencia

Su función principal en la cocina no es “salar” por sí misma, sino realzar y equilibrar los sabores del resto de ingredientes.

Por ejemplo, en un guiso: la sal saca lo mejor del tomate, de las especias y de las verduras. En una crema dulce, resalta la vainilla o el chocolate. En un pan, mejora el sabor del cereal y controla la fermentación.

Podemos asegurar que una comida sin ella puede parecer plana, sin vida. La sal, bien utilizada, no añade sabor propio, sino que despierta y afina los sabores existentes.

La sal en la cocina dulce

Aunque mucha gente lo desconoce, la sal también es un ingrediente clave en repostería

El motivo es que potencia el sabor dulce al contrastar con el azúcar, entonces lo hace más notable. Además, realza otros ingredientes como el cacao, la mantequilla o la fruta. Y equilibra la receta, evitando que el dulce resulte empalagoso.

Por eso, hasta en un brownie o unas cookies, una pizca de sal es ese toque que los diferencia, pero es que si es una sal especial, como una flor de sal o una sal ahumada en escamas, el efecto llega a ser aún más sorprendente.

No se trata de usar más, sino de usar mejor

Una idea equivocada muy común es pensar que, si la sal mejora el sabor, cuanto más usemos, mejor sabrá todo. 

Error.

El exceso no solo es perjudicial para la salud, sino que también arruina los sabores. Cuando hay demasiada, la lengua solo percibe eso: salinidad. 

Se pierde el equilibrio, se enmascaran los aromas y se neutralizan matices. Lo ideal es encontrar el punto justo, ese que realza sin dominar.

Por último, destacar que no todas las sales se comportan igual. El tamaño del grano, la forma, la textura y el tipo de sal influyen en cómo se disuelve y en cómo interactúa con los alimentos. Por eso es importante que tengas en cuenta:

  • Usar sal fina para mezclas o masas.
  • Usar sal gruesa para carnes a la brasa o pescados al horno.
  • Usar sales especiales para toques finales (como flor de sal sobre verduras o postres).

La sal es mucho más que ese ingrediente que echamos “a ojo” en la sartén. Es un potenciador y equilibrador de sabores, un liberador de aromas y una herramienta técnica en la cocina. Bien usada, es lo que une todos los ingredientes y los convierte en un plato redondo.

Por eso no da igual qué sal usas ni cómo la usas. 

Elegir una sal adecuada para cada preparación, además de que siempre sea de calidad, es el secreto para conseguir el sabor justo en cada plato.

Cuando te paras a pensar en el mantenimiento de una piscina, lo primero que se nos viene a la cabeza es el cloro. Pero cada vez más personas están descubriendo una alternativa más cómoda, segura y natural: la sal para piscinas

Es una opción que consigue que mantengas el agua limpia, cristalina y desinfectada sin necesidad de echar cloro directamente. Vamos a ver cómo.

¿Cómo funciona una piscina salina?

No se trata de llenar la piscina de sal como si fuera el mar. Lo que se hace es añadir una cantidad controlada de sal especial para piscinas al agua, que luego pasa por un clorador salino. Este aparato transforma la sal en cloro natural, mediante un proceso llamado electrólisis. 

Así se mantiene el agua desinfectada sin que tengas que manipular productos químicos directamente.

Este proceso es muy sencillo y automático: cuando el agua salada circula por el sistema de filtrado, pasa por unas placas metálicas dentro del clorador. Ahí, mediante una pequeña corriente eléctrica, la sal (cloruro sódico) se convierte en hipoclorito de sodio, un desinfectante que actúa igual que el cloro convencional, pero sin sus efectos más agresivos. Una vez desinfectada, el hipoclorito vuelve a transformarse en sal y el ciclo se repite.

Este sistema no solo es eficaz, sino que es constante, lo que significa que el nivel de desinfección del agua se mantiene más estable y sin los altibajos típicos del cloro manual. Por eso, cada vez más propietarios de piscinas privadas y comunitarias están optando por esta solución más actual y saludable.

6 ventajas de usar sal en tu piscina

Además de mantener el agua en perfectas condiciones, usar sal en lugar de cloro convencional ofrece un montón de beneficios que vas a notar desde el primer chapuzón:

01. Menos irritación en ojos y piel

Una de las grandes ventajas de las piscinas salinas es que son mucho más suaves para la piel, los ojos y el pelo. Si tienes niños pequeños o piel sensible, lo vas a notar enseguida. Olvídate del escozor al abrir los ojos bajo el agua o del olor fuerte a cloro.

02. Agua más agradable

El agua con sal tiene una textura más sedosa y natural. No llega a ser salada como en el mar, pero sí se nota un toque diferente, más suave y agradable al bañarte. Nadar en una piscina salina es una experiencia diferente que no te esperas.

03. Menor mantenimiento

Al no tener que estar añadiendo cloro manualmente cada poco tiempo, el mantenimiento se vuelve mucho más cómodo. El sistema de electrólisis hace prácticamente todo el trabajo por ti. Solo tienes que vigilar los niveles de sal de vez en cuando y limpiar el clorador cuando lo necesite.

04. Más respetuosa con el medio ambiente

Como se reduce el uso de productos químicos, las piscinas con sal son más ecológicas. Además, se generan menos residuos en envases y transporte de productos, lo que también es un punto a favor si buscas opciones más sostenibles.

05. Ahorro a medio y largo plazo

Aunque la instalación de un clorador salino puede suponer una inversión inicial, a la larga te ahorras dinero en productos de mantenimiento. La sal se repone muy de vez en cuando, y no necesitas comprar cloro líquido, pastillas o productos correctores tan a menudo.

06. Agua siempre limpia y desinfectada

El sistema salino mantiene una desinfección constante, lo que reduce el riesgo de que aparezcan algas o bacterias. El agua se mantiene más estable, sin tantos altibajos de pH o cloro, y con menos esfuerzo por tu parte.

¿Qué tipo de sal se usa en una piscina?

Para mantener tu piscina en buen estado, no sirve cualquier tipo de sal. 

No vale la sal común de cocina ni tampoco la sal gruesa sin tratar. Lo ideal es usar una sal especial para piscinas, con un nivel de pureza mínimo del 99% en cloruro sódico (NaCl) y libre de metales pesados o elementos que puedan dañar el clorador o provocar manchas en el vaso de la piscina.

Este tipo de sal está pensado específicamente para sistemas de electrólisis, lo que significa que no solo se disuelve más rápido, sino que además protege el equipo y alarga su vida útil. Si utilizas una sal no apta, vas a obstruir o corroer el clorador, empeorar la calidad del agua o incluso generar sedimentos que acaban afectando a la bomba y al filtro.

Existen diferentes formatos y presentaciones según lo que necesites: sal en pastillas, en escamas o en cristales más o menos gruesos. 

¿Cuánta sal necesita una piscina?

La cantidad de sal depende del volumen de agua y del sistema de cloración que tengas instalado, pero por lo general se utiliza entre 4 y 6 kilos de sal por m3 de agua.

Una vez añadida la sal, no hace falta reponerla a menudo, salvo cuando se produce una pérdida de agua importante (por ejemplo, si vacías parte de la piscina o hay muchas salpicaduras y evaporación en verano).

Por eso, aunque parezca que necesitas mucha cantidad al principio, no tendrás que estar comprando sal constantemente, como sí sucede con los productos de cloro.

En Sal Roca puedes encontrar sal especial para piscinas en distintos formatos, con entrega rápida y asesoramiento si lo necesitas. Si tienes dudas sobre qué cantidad comprar o qué tipo elegir, te ayudamos, solo tienes que contactar con nosotros.

¿Y si ya tengo una piscina con cloro?

No pasa nada.

Si ya tienes una piscina convencional, puedes adaptarla fácilmente al sistema salino instalando un clorador. Es una transformación sencilla, y una vez hecha, solo tendrás que añadir la sal al agua y empezar a disfrutar de todos sus beneficios.

Usar sal en tu piscina no solo es una opción cómoda y eficaz, sino también una experiencia de baño más saludable, natural y respetuosa con el entorno. Si estás pensando en dar el paso, te ayudamos a elegir la sal especial que tu piscina necesita.